El camí continua

Després de l'experiència apassionant amb l'Associació Marabal, en la que he pogut viure, crear, acompanyar  a través de cursos, formacions, projectes de creació.... 

Continuu de manera independent amb la tasca professional que m'apassiona, acompanyar amb la Dansa Lliure, la Dansa Creativa o L'Artteràpia, els processos creatius a través de cursos, formacions, acompanyaments personals, projectes de creació... La majoria del cursos i formacions són presencials,  també duc a terme formacions reconegudes on line. Veureu la informació en aquest en les diferents pestanyes d'aquest blog.

Les propostes que trobareu unes les duc a terme a nivell individual i d'altres amb col·laboració de entitats com Prisma Formació, Associació Catalana de Dansa Lliure, Baixem al Carrer.

 

Contacte i informació

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Projecte de Creació Histories Dansades

Dansa al Parc Dissabte 25 de Març

 

Ara més que mai dansar sota el cel amb els peus sobre la terra és una necessitat. Així a través de la nostra dansa, connectada amb l'entorn, ens expressem, ens alliberem, descobrim i  creem.


 

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Plantar sobre la terra

Plantar sobre la terra
els peus. Ja no tenir
por. Sentir com puja
la saba, amunt, amunt.
Créixer com un arbre.

A la seva ombra,
aixoplugar algú que
també se senti sol, sola
com tu, com jo.

Quan ja res no demanes
I frueixes callada, escoltant
la remor lleu d’aigües
silents, que transcorren segures
i lentes.

I ja no et torba el brogit
de rius ni torrents.


  Sentiràs com et corre la sang dins les venes.

Montse Abetllo


Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.

 

 

 

 

 

 

 

New York Oficina y denuncia

Debajo de las multiplicaciones

hay una gota de sangre de pato.

Debajo de las divisiones

hay una gota de sangre de marinero.

Debajo de las sumas, un río de sangre tierna.

Un río que viene cantando

por los dormitorios de los arrabales,

y es plata, cemento o brisa

en el alba mentida de New York.

Existen las montañas, lo sé.

Y los anteojos para la sabiduría,

Lo sé. Pero yo no he venido a ver el cielo.

Yo he venido para ver la turbia sangre,

la sangre que lleva las máquinas a las cataratas

y el espíritu a la lengua de la cobra.

Todos los días se matan en New York

cuatro millones de patos,

cinco millones de cerdos,

dos mil palomas para el gusto de los agonizantes,

un millón de vacas,

un millón de corderos

y dos millones de gallos

que dejan los cielos hechos añicos.

Más vale sollozar afilando la navaja

o asesinar a los perros

en las alucinantes cacerías

que resistir en la madrugada

los interminables trenes de leche,

los interminables trenes de sangre,

y los trenes de rosas maniatadas

por los comerciantes de perfumes.

Los patos y las palomas

y los cerdos y los corderos

ponen sus gotas de sangre

debajo de las multiplicaciones;

y los terribles alaridos de las vacas estrujadas

llenan de dolor el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

Yo denuncio a toda la gente

que ignora la otra mitad,

la mitad irredimible

que levanta sus montes de cemento

donde laten los corazones

de los animalitos que se olvidan

y donde caeremos todos

en la última fiesta de los taladros.

Os escupo en la cara.

La otra mitad me escucha

devorando, orinando, volando en su pureza

como los niños en las porterías

que llevan frágiles palitos

a los huecos donde se oxidan

las antenas de los insectos.

No es el infierno, es la calle.

No es la muerte, es la tienda de frutas.

Hay un mundo de ríos quebrados

y distancias inasibles

en la patita de ese gato

quebrada por el automóvil,

y yo oigo el canto de la lombriz

en el corazón de muchas niñas.

Óxido, fermento, tierra estremecida.

Tierra tú mismo que nadas

por los números de la oficina.

¿Qué voy a hacer?, ¿ordenar los paisajes?

¿Ordenar los amores que luego son fotografías,

que luego son pedazos de madera

y bocanadas de sangre?

San Ignacio de Loyola

asesinó un pequeño conejo

y todavía sus labios gimen

por las torres de las iglesias.

No, no, no, no; yo denuncio.

Yo denuncio la conjura

de estas desiertas oficinas

que no radian las agonías,

que borran los programas de la selva,

y me ofrezco a ser comido

por las vacas estrujadas

cuando sus gritos llenan el valle

donde el Hudson se emborracha con aceite.

Federico Garcia Lorca